La estrategia organizacional se nos muestra, erróneamente, como un “enemigo” que sólo desea robarnos tiempo y al que debemos tenerle miedo.
Quizás parezca extraño preguntarle a un ejecutivo, gerente o dueño de una empresa si le teme a la estrategia organizacional. Y más extraño aún es recibir un “sí” por respuesta.
Pero no resulta tan peculiar encontrar personas y organizaciones con estrategias inexistentes, poco claras o que no ayudan a impulsar el éxito deseado.
Entonces, hagamos algunas preguntas: ¿sabes tú o tu organización cuál es el mejor camino a seguir para alcanzar el éxito? ¿Qué se debe hacer en concreto para conseguirlo?.
El arte de la estrategia está en hacer las preguntas correctas y darles una respuesta. Pero hay quienes no encuentran el tiempo para hacer estas preguntas y dejan a sus organizaciones navegando sin rumbo en el mar del día a día.
También hay quienes han intentado su estrategia alguna vez, pero no les ha resultado. Con ello se convencen de que esta información es algo inútil, cuando debiera ser fundamental como guía ante las principales interrogantes organizacionales.
Y así la estrategia se nos muestra, erróneamente, como un “enemigo” que sólo desea robarnos tiempo y energía frente a las urgencias… Una amenaza a la comodidad de lo conocido y fuente de temor, consciente o inconsciente
Razones del miedo en la estrategia organizacional
Pero, ¿por qué le tememos a la estrategia? Existen 4 grandes razones por las cuales la estrategia nos parece amenazante.
- Porque no entendemos qué es la estrategia. Cuando en general se trata sólo de una forma ordenada de dar respuesta a las preguntas que debe hacerse una organización: ¿quién es mi cliente?, ¿cuál es mi oferta de valor?, ¿con quién compito?, ¿dónde espero estar en 3 o 5 años?
- Porque nos parece difícil o costoso definir una estrategia. Pero definir nuestra estrategia puede tomar sólo unos días si le damos la prioridad que requiere y buscamos apoyo. La clave es comprender que sin una estrategia que nos oriente terminaremos pagando los costos más altos. La estrategia nos ayuda a decidir qué hacer, pero, sobre todo, nos ayuda a decidir que no hacer, ahorrándonos tiempo y recursos.
- Porque exige disciplina y orden. La estrategia va desde lo general hasta lo específico exigiendo definir ciertos lineamientos antes de pasar a los siguientes. Saltarse etapas suele ser mala idea. Necesitamos, primero, tener claro nuestro propósito o razón de ser, el por qué existe nuestra organización y hacia dónde va en el futuro (misión y visión). Y, luego, definir objetivos, priorizar proyectos, asignar responsables, definir tareas, asignar presupuestos, medir y controlar cómo vamos.
- Porque la estrategia no debe quedarse sólo en un plan. Para lograr resultados distintos, necesitamos hacer cosas distintas. Necesitamos asegurar que se lleven a cabo las tareas que nacen desde nuestra estrategia. Requiere capacidad de ejecución.
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