La buena noticia es que las emociones sí se pueden educar y gestionar. Por lo tanto, es posible no sufrir las consecuencias del estrés.
Nueve de la mañana, se abre el correo: 37 mensajes que atender. Nueve y quince, llamada telefónica. Nueve y veinte, 48 mensajes que responder. Diez en punto: tres urgencias que solucionar… Esta escena puede resultar parte cotidiana del día laboral de cualquier persona. Si bien el estrés en dosis moderadas puede ser muy positivo, ya que permite estar alertas, motivados y centrados en una tarea; es muy cierto que es un gran problema cuando ya no se puede lidiar con él.
El estrés causado por una actividad laboral es consecuencia de la mala administración de los compromisos. La abrumadora cantidad de cosas por hacer son percibidas como una amenaza, por lo que el cuerpo reacciona liberando adrenalina y cortisol, hormonas que preparan al organismo para responder frente a esa amenaza, aumentando la frecuencia cardiaca, la presión arterial y el azúcar en la sangre para dar la energía suficiente para ejecutar esa respuesta; es decir, nuestros sentidos más instintivos se activan frente a esa percepción de amenaza.
Gestionar emociones: ¿Cómo soy cuando me estreso?
Si bien el estrés es temporal, si esas situaciones se repiten en el tiempo pueden llevar a cuadros de ansiedad, en que se proyecta esa percepción de amenaza de manera prolongada, lo que resulta en un perjuicio para la salud.
La buena noticia es que las emociones sí se pueden gestionar y educar y, por tanto, es posible no sufrir las consecuencias del estrés. El primer paso es darse cuenta de qué nos sucede cuando atravesamos una situación agobiante.
Una pista para ello es notar los cambios fisiológicos en nuestro cuerpo, pero también si nos cambia el humor, o si estamos más irritables o sensibles. Este paso es el autoconocimiento, un pilar fundamental de la inteligencia emocional que focaliza la consciencia sobre nuestras propias emociones. Conocerse permite identificar qué sentimos, qué pensamos en diversas situaciones, y también cómo reaccionamos con nuestro entorno.
Hábitos que ayudan a lidiar con el estrés
Es difícil, pero sí: se puede superar el estrés. Lo mejor es que depende de nosotros mismos. Un aspecto que ayuda a gestionar nuestras emociones para lidiar de mejor manera con el estrés es a través de la incorporación de hábitos saludables, como hacer ejercicio físico, al menos unos 30 minutos dos o tres veces por semana, u otras actividades que generen placer y bienestar. El hecho de dormir entre siete u ocho horas, además de alimentarse de manera saludable, son hábitos que ayudan a conseguir estados de bienestar.
Al comienzo de esta nota especifiqué que el estrés causado por una actividad laboral es consecuencia de la mala administración de los compromisos. Por supuesto, hay muchos otros factores que causan estrés en las personas, pero me centraré en aquel que se activa a causa del trabajo. En este escenario, las siguientes acciones son una ayuda para que comiences a gestionar el estrés:
- Aprender a decir que no: si ya tienes una carga laboral que completa tus horas, es muy responsable de tu parte transparentar que no podrás abordar un nuevo compromiso. La clave está en decirlo de manera cordial, explicando el motivo por el que no podrás comprometerte. Esto demuestra que eres una persona tan organizada que sabes que esa tarea extra no la podrás completar en los tiempos que se te pide. Además de generar confianza en tu entorno –pues la próxima vez que aceptes los demás sabrán que cumplirás–, decir que no previene tu propio agotamiento.
- Aceptar aquello que no puedes cambiar: aceptar que no tenemos la potestad para modificar las cosas permite reducir la percepción de amenaza; es decir, ayuda a disminuir el estrés. La aceptación brinda una suerte de relajo que permite focalizar hacia lo que sí se puede cambiar, y ya no en la reacción frente a lo que no se puede modificar.
- Piensa de manera positiva y realiza alguna técnica de relajación: en vez de pensar «no soy capaz», piensa «sí, podré hacerlo». Este pequeño pero gran cambio genera un mejor estado de ánimo. El cuerpo libera hormonas que producen bienestar, como la serotonina, las endorfinas y la dopamina, que ayudan a mejorar la salud física y mental. Si pensar positivo no te resulta fácil, aplica alguna técnica de relajación: respira profundamente por la nariz y bota por la boca, escucha música agradable o cierra los ojos por unos minutos para tomar consciencia de cómo te sientes y cómo te proyectas de manera positiva.
Salir del círculo vicioso del estrés siempre es posible. Lo importante es que sepas que la tarea parte por ti, y que puedes superarlo comenzando por tomar consciencia de qué te sucede en situaciones estresantes y cómo reaccionas. Reconócete con bondad y, ya sabes: siempre se puede superar, y cuando tú mejoras, también mejorarán tus relaciones interpersonales. Todo parte con un simple pensar positivo. ¡Inténtalo!
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