En este artículo, nos enfocamos en las tres grandes transformaciones que vivirá China en los próximos años.
Por una mezcla de razones profesionales, culturales y familiares, el estudio y la comprensión de China se han vuelto mi foco en lo más reciente.
Dada la importancia global que tiene la potencia oriental, existen numerosos análisis que han documentado la reciente desaceleración de la economía desde 2018 por varios factores cíclicos y estructurales.
A pesar de la importancia de China en el ciclo económico, quisiera enfocarme en lo que a mí parecer son las grandes transformaciones que marcarán a la nación en los próximos años, tanto en su dimensión económica como política.
Grandes transformaciones en China
En primer lugar, el país vive una fatiga en su estrategia de desarrollo. Como predicen los modelos, hay dos factores que explican el crecimiento de largo plazo: el incremento poblacional y las mejoras productivas.
El primero es un lastre que la economía deberá cargar como consecuencia de los desequilibrios demográficos causados por la política de “un solo hijo”. En tanto, las mejoras en productividad se han visto cada vez más difíciles de mantener.
Una muestra de ese agotamiento es el sector inmobiliario – que abarca cerca de un tercio del producto chino– cuya desaceleración ha sido notoria, exponiendo diversas flaquezas financieras y fiscales, sostenidas en un cuestionable manejo de riesgos de un crecimiento sin control.
La “doctrina Xi”
En segundo lugar, la “doctrina Xi” ha transformado la toma de decisiones, en principio colegiada y administrada por el partido hacia una consolidación de poder unipersonal no vista desde Mao Zedong. Esto puede ser muy peligroso. Rodearse por un fiel séquito que no cuestiona la visión del líder puede llevar a un manejo viciado y equívoco.
Errores así ya se han cometido en el pasado, como la decisión de Mao de mejorar las cosechas exterminando a los gorriones, y que paradójicamente condenaron a millones de chinos a la hambruna.
Los síntomas actuales son una China más cerrada, tanto en el manejo diplomático como en la dificultad de seguir sus pasos ante la escasez de cifras oficiales. Incluso algunos analistas han mencionado la frustración y la presión social que se acumula en la población, especialmente entre los más jóvenes.
La antagonista
En tercer lugar, China se ha convertido en la antagonista del mundo occidental. La conquista del mundo mediante el “soft power” acuñado por Joseph Nye, ya no deja indiferente a Estados Unidos ni a sus aliados, con una clara disputa por posiciones especialmente en América Latina.
Evidencia de ello fue el conflicto arancelario en 2018 y, más recientemente, el bloqueo al acceso de chips por parte de Beijing.
En conclusión, incluso con un menor desempeño económico, una vez que alcanzas el estatus de “potencia”, no es tan simple dejar de serlo.
El gigante asiático seguirá condicionando la geopolítica internacional mientras consolida su posición, en un ascenso que solo tardó 50 años. Un registro sin comparación en la historia contemporánea. Tal como dijo una vez Napoleón: “Dejad que el dragón duerma, porque cuando despierte, el mundo se estremecerá”.
Infórmate sobre el curso “Educación Financiera” (a distancia) de Teleduc.