La “vuelta a la realidad” siempre es una experiencia difícil. Con estos consejos de educación financiera tendremos un marzo más llevadero.
Usualmente marzo es uno de los meses más complejos del año. La mayoría de las personas se encuentran volviendo de vacaciones y se acumulan una gran cantidad de gastos “extra” como la matrícula de educación, útiles escolares y el permiso de circulación, entre muchos otros.
Adicionalmente, este año será más fuerte considerando que algunos gastos experimentarán un reajuste ante la inflación anual, que en su último registro alcanzó un 12,3% en variación anual. Ante ello, ¿qué acciones puedo realizar para prepararme?
Marzo con educación financiera
Desde los aprendizajes de la educación financiera, se puede pensar en lo siguiente.
En primer lugar, analizar mi capacidad de pago. Esto quiere decir que debemos tener claridad sobre cuánto dinero tengo a mi disposición luego de costear los gastos fijos. Es decir, que no puedo evitar pagar. Algunos ejemplos son las cuotas bancarias (crédito de consumo), el pago de dividendos e incluso el saldo de mi tarjeta de crédito.
Mi capacidad de pago no debería ubicarse en un umbral elevado, dado que mientras más cerca se ubique del 100%, implica que reduce mi margen de acción ante eventos sorpresivos.
En segundo lugar, hacer un presupuesto. Como preámbulo, será necesario elaborar una lista de los ingresos y gastos más relevantes que tengamos, sabiendo cuánto gastamos aproximadamente en cada una de ellas. A continuación, habrá que identificar cuáles ingresos y gastos son fijos, siendo estos los relevantes para hacer una proyección hacia los próximos meses.
Si es que los ingresos menos los gastos fijos resultan en un saldo positivo, quiere decir que nuestras finanzas son solventes. A pesar de ello, en algunos meses podríamos sufrir fluctuaciones de ingresos y gastos sorpresivas (no recurrentes), por lo que en ese mes particular podrían resultar en un saldo negativo. Lo anterior es conocido como una necesidad o falta de liquidez.
¿Cómo nos financiamos?
En tercer lugar, en caso de experimentar falta de liquidez, tener cuidado con cómo nos financiamos. Si es que nuestras finanzas personales son solventes – habiendo seguido la definición anterior – entonces podemos optar por algún tipo de crédito, lo que aplicaría solo en asuntos puntuales y considerando que no se produzca un deterioro notorio en mi capacidad de pago.
Como antecedente, se considera que un nivel de endeudamiento responsable asume que los gastos asociados a pago de deudas no pueden superar el 25% de mis ingresos fijos. A modo de ejemplo, si es que gano $1.000.000 mensualmente y mantengo un crédito hipotecario con un dividendo de $200.000 mensual, cualquier cuota que exceda $50.000 implicaría un grado de irresponsabilidad al considerar ese crédito (puesto que resultaría en más de 25% de mi ingreso fijo).
En caso de que mis finanzas no sean solventes y experimente una falta de liquidez, lo correcto sería hacer un análisis de mis gastos, buscando cómo puedo reducirlos, poniendo énfasis en aquellos que son más recurrentes (fijos) y, por supuesto, reducir al máximo el margen para aquellos gastos no recurrentes.
Finalmente, examinar las oportunidades de refinanciar. El proceso de refinanciamiento implica que estoy experimentado dificultades para cumplir con mis pagos. Dado ello, las instituciones financieras cuentan con posibilidades de que el número de cuotas se pueda reducir o se posterguen algunos pagos. Esto es conveniente para ambas partes, puesto que el cliente reduce su carga mientras que la institución financiera evita mantener una persona de no pago.
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