¿Qué decir? En una entrevista de trabajo debemos relatar una historia efectiva. El cerebro empatiza con las historias, no con los datos.
Estás en una entrevista de trabajo. De pronto te dicen: “háblanos de ti”. ¿Qué debemos responder? ¿Cómo podemos ser más efectivos en nuestra respuesta?
Si momentos antes de la entrevista, estuviste revisando tu teléfono hasta último momento, intentando hacer “más amena” la espera. Si no prestaste atención a los detalles de la sala, a los otros candidatos… Estarás enajenándote en vez de conectar: contigo, con el entorno.
Debes ver esa espera como una oportunidad de estar presente, activo, disponible. Para que luego, al cruzar el umbral de la puerta, puedas conectar con los entrevistadores y contar quién eres, relatar tu historia, que te conozcan.
Porque te estarán evaluando desde el momento en que atravieses la puerta. Bastan solo 7 segundos para generar la “primera impresión”. Esos primeros 7 segundos comunicaste por medio de tu lenguaje corporal, comunicaste quién eres. Mal o bien, pero lo hiciste. Consciente o inconscientemente. Y tus interlocutores extrajeron una valiosa información.
Eso queda en evidencia en el siguiente aviso publicitario de la marca española Cupra.
Luego, en el saludo, sumas tu voz. El estado anímico se transmite corporalmente y por medio de la voz. Puedes intentar mentir diciendo “estoy muy feliz” de estar aquí, pero tu cuerpo puede estar diciendo “estoy muy incómoda de estar aquí, me quiero ir”. Y, tu voz, el tono, el ritmo y la potencia sumarán más información de tu estado, de quien eres.
Tu historia en la entrevista de trabajo: qué decir
En una entrevista se trata de ser el mejor candidato o candidata, por lo que nuestra historia debe ser la mejor. Y, para conseguirlo, la historia debe ser efectiva. Esto significa que debe dar información de interés, que revele rasgos y características que sumen al perfil del candidato que se busca.
Para que la historia sea efectiva no debe abrumar con información, en especial, con cifras. Si se elige dar una cifra o un número debe tener relevancia, porque este tipo de datos es fácil de olvidar. Recuerda: al cerebro le entretienen las historias, no los datos. Si hay emoción en el relato, habrá veracidad y será creíble. Sin emoción, no hay atención.
Contar historias es inherente al ser humano. Nacemos escuchándolas por lo que nuestro cerebro está adaptado a ellas. Por medio de ellas nos educan o aprendemos mejor que por medio de un consejo.
De ahí, que surgen las storytelling en la publicidad, un modo de “vender” por medio de historias para que “entren” mejor en nuestro cerebro, para que sean mejor recibidas. Entonces, ¿por qué cuesta tanto responder a la pregunta “háblanos de ti”?
Contar nuestra historia, nos humaniza por decirlo así. Permite mostrar nuestras vulnerabilidades. Tampoco se trata de contar historias tristes entorno a uno, o solo desgracias. Se trata de dar a conocer quién eres, no lo desgraciado que eres.
Háblanos de ti
“Háblanos de ti”. Tu entrevistador ya ha realizado esta pregunta a todos los candidatos y habrá escuchado la misma historia “Soy… Ingeniero comercial, estudié en la Universidad… Tengo 38 años, trabajé en la empresa… Por 6 años. Soy puntual, exigente, me encanta el trabajo en equipo. Tengo cualidades de liderazgo. Mi peor defecto es la perfección”. Te aseguro que si dices algo similar a esto, nadie se acordará de ti.
Tengo un ejercicio que hacía en los workshop a los estudiantes de último año de Economía en la Universidad de Santiago. Consistía en ponerlos en pareja y darles un rol. Uno entrevistaba al otro para un puesto de trabajo. El que hacía las veces de entrevistado tenía la misión de mencionar el nombre de su mascota, en algún momento de la entrevista. Debía ser ingenioso y pensar cómo lo introduciría.
En tanto, el que hacía de entrevistador, debía poner cara de póquer y fijarse solo en los gestos del entrevistado. Ambas partes desconocían, evidentemente la misión de cada uno.
Al término del ejercicio, se intercambiaba la opinión. Primero hablaba el entrevistador. Daba información de quién era su entrevistado. La gran mayoría de los entrevistadores mencionaban que dicha persona tenía una mascota y que se llamaba de determinada manera.
Es decir, el ejercicio de dar información personal fuera de lo establecido, era lo que predominaba en la mente del entrevistador por sobre los demás datos.
Lo anterior sucede porque cuando se habla de una mascota, a la que se le tiene afecto, se habla sinceramente, con una emoción real que hace surgir gestos reales. Y esto genera empatía con el interlocutor.
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