Proponemos aquí algunas prácticas que la evidencia demuestra son efectivas para promover la lectura. No hay magia, es fomento lector.
La lectura es una práctica social que se aprende y desarrolla por la acción y prácticas de otras personas en las escuelas y en las casas. Proponemos aquí algunas de estas prácticas que la evidencia demuestra que promueven la lectura; no hay magia, es fomento lector.
Reconocida como una de las habilidades fundamentales de la vida en sociedad, la lectura constituye un objetivo para las escuelas, pero también para las familias. Sabemos que la lectura tiene una serie de ventajas que contribuyen al desarrollo armonioso de niños y niñas.
Por ejemplo, contribuye a superar desventajas socioculturales, a un mayor bienestar mental y a la construcción de habilidades y relaciones sociales sanas y sólidas; así como a ampliar los recursos del lenguaje, potenciar el aprendizaje escolar, desarrollar la imaginación, la empatía y la creatividad.
Esto no es magia, es fomento lector
No obstante, estos beneficios no son fruto de asuntos genéticos ni resultados del azar o la magia. No se nace bueno o malo para leer, las y los lectores no son el resultado destino que quiso que algunas personas disfrutaran leyendo y otras no. La lectura es una práctica social que se aprende y desarrolla por la acción y prácticas de otras personas en las escuelas y en las casas. Proponemos aquí algunas de estas prácticas que la evidencia demuestra que promueven la lectura; no hay magia, es fomento lector.
- Conocer la complejidad de la lectura y valorar los avances lectores
El aprendizaje de la lectura es un proceso que involucra componentes cognitivos, pero también afectivos, conductuales y sociales. Cognitivamente, es altamente demandante para las y los primeros lectores; y, en ocasiones, puede ser fuente de frustraciones. Las y los adultos debemos reconocer esta complejidad y valorar los avances de quienes están aprendiendo, reforzando sus capacidades con palabras de aliento y acciones de apoyo: leer en conjunto, felicitar los logros, ayudar a entender las dificultades y perseverar.
- Modelar la práctica de lectura
Como práctica social, la lectura se aprende también desde la observación de los otros. Ver a un adulto seleccionando un libro, leyendo, disfrutando, usando estrategias para apoyar su comprensión o hablando con otros de sus gustos literarios, inserta a los nuevos lectores y lectoras en un mundo letrado que no se reduce a la relación de un lector y un texto.
Valorar los gustos de niños, niñas y adolescentes
- Validar los gustos y hábitos lectores de niños, niñas y adolescentes y seleccionar obras de interés
Conocer y valorar los gustos y hábitos de niños, niñas y adolescentes es fundamental para que transformen la lectura en una práctica deseada y no obligada, permitiéndoles, por ejemplo, seleccionar lo que quieren leer, o poner a su disposición -ya sea a través de la visita a bibliotecas o de la compra- libros diversos para que amplíen sus repertorios. Validar sus gustos, además, supone no sancionar como ‘poco serio’ o ‘sin valor’ una lectura que puede ser de sus intereses pero no de los nuestros. Ya llegará el momento de acompañarlos en trayectos que los lleven a lecturas más desafiantes y de calidad.
- Integrar papel y pantalla
Quizás lo que hoy más nos tensiona es el avance de las prácticas de lectura en dispositivos digitales: celulares, tablet y computadores. Algunos puntos a considerar. En primer lugar, vale la pena recordar que en estos dispositivos también hay lectura. Luego, valorar que estas lecturas son distintas, que están en la cotidianidad y que son necesarias. Además, son lecturas que resultan muchas veces más atractivas por su brevedad, temáticas y recursos multimodales (imágenes, sonidos, movimientos).
El desafío no es la eliminación de la lectura digital, sino su integración con fines distintos. Es decir, contribuir a que se reconozca que se puede leer en papel o en pantalla, pero que es distinto hacerlo en uno u otro soporte. Se sugiere conversar sobre las particularidades de la lectura en cada caso.
Por ejemplo, que leer en un dispositivo digital por la noche afecta nuestro sueño; que para investigar podemos preferir una pantalla, pero que el texto en papel nos permite una mejor lectura recursiva, es decir, un regreso activo al texto que ya leímos; que leer en pantalla posibilita articular muchos recursos si visitamos la web para encontrar información, pero que, a su vez, nos puede distraer y restar capacidad atencional. En suma, más que oponer y optar por una u otra lectura, integrar papel y pantalla.
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