En un mundo sobreestimulado, estar conectados con el presente nos permitirá construir y relatar nuestra historia personal más fácilmente.
Estamos rodeados de estímulos que nos entregan continuamente información. Nuestros dispositivos personales, la publicidad en diversos formatos y plataformas, los agentes distractores y todo tipo de información proveniente de periódicos, internet, televisión y radio.
Toda esa amplitud de estímulos nos desconecta del presente, del ahora. Es normal ver a las personas correr o hacer deporte con auriculares que les permiten escuchar música, seguir algún podcast o incluso ver alguna serie o película.
Esta distracción voluntaria acorta la actividad física que se realiza y que en ocasiones es rutinaria. Sin embargo, este comportamiento provoca alienación. De ahí que cuando se busca prestar atención y estar conectados con el presente (Mindfullness) la tarea parece titánica.
Por eso, muchas personas buscan realizar cursos de autoayuda, practicar yoga, actividades centradas en conectar con el ahora.
Vivir el presente: construir la historia personal
Muchas veces nos cuesta hablar de nosotros mismo. Sobre todo cuando nos enfrentamos a una entrevista de trabajo o a una conversación con una persona desconocida.
Para hablar de uno mismo, primero debemos conocernos y aceptarnos. Hay que tener claridad respecto a lo que queremos. Hay que conocer el entorno donde se está, su contexto, a quien se dirige la historia. Resolviendo esto, se puede construir el relato.
La historia para que sea efectiva no debe abrumar con información, en especial cifras, si se elige dar una cifra o un número debe tener relevada importancia, porque este tipo de dato, es fácil de olvidar. Recuerden, al cerebro le entretienen las historias, no los datos.
Así que una historia que no logre generar emoción, empatía, difícilmente va a ser recordada.
Construir la historia personal, es fundamental. De ahí que sea importante conocer nuestros gustos, pasatiempos, conocer lo que nos hace felices. Por ejemplo, contar que: “entre mis pasatiempos está pasar tiempo con mis hijos, además me gusta viajar, el fútbol y ver series”. Esta descripción podría ser dicha por cualquier persona, no hay nada en ella que la haga interesante, o memorable ante los ojos de quien escucha. Esa información es un dato aburrido para el cerebro del oyente.
Sin embargo, será distinto decir: “Volar despierta mi creatividad. En mi último viaje, a Buenos Aires, para la final de la copa América, se me ocurrió que podría instalar una mesa de Futtoc en el antiguo arenero de los niños. El Futtoc es un deporte que permite disfrutar del fútbol en un espacio reducido, solo necesitas una mesa, un balón y dos jugadores”.
En este caso, se da mucha información personal inserta dentro de una situación concreta. Este hecho gatilla el resto de la historia. Evidentemente, este caso de ficción es un burdo ejemplo, siempre se podrán contar historias mejores porque nacen de una verdad, de hechos reales.
El momento clave es cómo se cuenta, con qué emoción, para lograr esa conexión con la audiencia.
Se ha demostrado que las primeras impresiones nacen del inconsciente y, por ello, suelen ser peligrosas. Las impresiones basadas en cualidades como el entusiasmo, la pasión y la confianza, suelen ser acertadas porque cuesta mucho fingirlas.
De ahí que hablar con una emoción positiva genera empatía. Pero, ante todo, es importante estar presente. Cuando no se está presente, los demás lo notan. Cuando se está, los demás responden.
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